En Argentina, más de un millón de personas viven con psoriasis, una enfermedad crónica, inmunomediada y no contagiosa que afecta mucho más que la superficie de la piel.
Por Dr. Daniel Cassola
Aunque sus manifestaciones visibles suelen ser el primer motivo de consulta, su verdadero impacto se extiende a la salud emocional, social y física de quienes la padecen. La falta de diagnóstico temprano, las barreras en el acceso a tratamientos y el desconocimiento social agravan un cuadro que, en muchos casos, podría controlarse de manera efectiva.
La psoriasis se caracteriza por la aparición de placas rojizas cubiertas de escamas blanquecinas que pueden generar picazón, ardor o dolor. Estas lesiones, que suelen ubicarse en codos, rodillas, cuero cabelludo y espalda, son el resultado de un proceso inflamatorio que acelera la renovación celular. Aunque no es contagiosa, sigue siendo una enfermedad estigmatizada, muchas veces confundida con problemas de higiene o estrés, lo que incrementa el aislamiento social de las personas afectadas.
Además de su impacto estético, la psoriasis es una enfermedad sistémica. Diversos estudios muestran que puede estar asociada a otras condiciones como artritis psoriásica, hipertensión, diabetes o enfermedades cardiovasculares. Por eso, los especialistas insisten en la importancia de un abordaje integral que contemple tanto los aspectos dermatológicos como los emocionales y metabólicos.
Las consecuencias de convivir con psoriasis trascienden lo físico. Según encuestas recientes, tres de cada cuatro personas con esta enfermedad en Argentina admiten haber ocultado su piel o evitado vínculos por temor al rechazo. Cerca del 40% afirma que la psoriasis influyó en decisiones personales o profesionales, desde la elección de su carrera hasta un cambio de trabajo o de lugar de residencia.
El impacto psicológico es significativo: más del 40% de los pacientes argentinos manifiesta niveles moderados o severos de ansiedad, y un alto porcentaje presenta síntomas de depresión. Estas cifras reflejan una carga emocional que muchas veces pasa inadvertida, tanto en el ámbito médico como en el entorno social.
La visibilidad de las lesiones, sumada al dolor y la incomodidad física, puede deteriorar la autoestima y generar aislamiento. Por ello, los expertos remarcan la necesidad de incluir el acompañamiento psicológico como parte del tratamiento. Hablar abiertamente de la enfermedad y crear espacios de contención ayuda a reducir el estigma y a mejorar la calidad de vida.
En Argentina, el 21,8% de los casos presenta formas severas de psoriasis, un porcentaje superior al de otros países de la región y de Europa. Esta diferencia se asocia, en parte, con la desigualdad en el acceso a tratamientos. Mientras que en el país poco más de la mitad de los pacientes está en tratamiento, en otras naciones la cifra supera el 70%.
El abordaje temprano resulta esencial. Cuanto antes se inicia el tratamiento, mayores son las posibilidades de controlar los brotes y evitar complicaciones articulares o sistémicas. Las nuevas terapias disponibles han mejorado significativamente el pronóstico: muchas personas logran la remisión, es decir, el aclaramiento total o casi total de la piel y la desaparición de los síntomas.
Sin embargo, la realidad local muestra que el acceso a estas terapias no siempre es equitativo. Las diferencias entre los distintos tipos de cobertura médica y los tiempos de aprobación de tratamientos representan una barrera que limita la continuidad y la eficacia del manejo de la enfermedad.
La psoriasis afecta a un porcentaje considerable de la población argentina y exige ser reconocida como una enfermedad compleja, que involucra tanto la piel como la mente y el entorno social. La detección temprana, el acceso a tratamientos adecuados y el acompañamiento integral son claves para cambiar el curso de la enfermedad y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.









