El viceministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible Sergio Federovisky aseguró hoy que la situación en la provincia “está un poco más aliviada pero sigue siendo crítica”. Ya se quemó más del 9 % de la superficie de la provincia. Por la sequía y el cambio climático muchos hablan de una tragedia anunciada.
Por Dr. Daniel Cassola
En Corrientes más de medio millón de hectáreas fueron arrasadas por el fuego. Los incendios se desarrollaron principalmente en el centro-norte provincial, es decir en los municipios de Concepción, San Miguel e Ituzaingó. Allí ya ardieron pastizales, bosques, palmares, humedales bajo estrés hídrico, incluso plantaciones forestales e infraestructura rural.
Entre las causas se cuentan la prolongación del fenómeno climático de La Niña, que desde el 2021 extiende una sequía de lluvias que ha provocada también la bajante histórica del Paraná. A esto se suma la falta de previsión de funcionarios, tantos locales como nacionales.
En la actualidad, toda la cuenca del Río de La Plata sufre las consecuencias de una sequía que revela la vulnerabilidad de la región ante el cambio climático. Distintos estudios muestran que las proyecciones confirman que habrá una mayor repetición de estos fenómenos extremos (inundaciones y sequías).
Tanto el gobierno nacional como el provincial cuentan con un sistema de monitoreo de las condiciones propicias para que se produzcan fuegos, con lo que es posible establecer zonas con riesgos de incendios. Sin embargo, a pesar del conocido contexto climático de sequía y de los datos de los monitoreos, ningún gobierno previó la situación actual y la anticipó con un plan de contingencia.
Hasta el momento las pérdidas materiales, según informó el gobierno de Corrientes, se cuantifican en 25.000 millones de pesos, combinando los efectos directos del fuego y la sequía. Esta cifra contrasta con los 17.400 millones de pesos que se preveían para la gestión de humedales en la cajoneada Ley de Humedales y los magros 1212 millones para proteger los bosques nativos del todo país. Una vez más queda claro que la desinversión en proteger y gestionar la biodiversidad y los ecosistemas es más cara.
Al respecto, el biólogo Alejandro Giraudo, que es investigador y docente del INALI CONICET-UNL, refirió: “Esto no es algo sorpresivo. Es una crónica de un desastre anunciado. Tenemos dos años de sequía bastante extrema, con pocas lluvias en el litoral. Esta condición es resultado del famoso cambio climático y estos eventos extremos se van a dar más seguido”, aseveró.
Consultado sobre el motivo de estos incendios, el viceministro Sergio Federovisky sostuvo que “tenemos un escenario adverso que es un resultado directo del cambio climático que implica el calentamiento global y provoca dos factores: uno es la agudización de los extremos, que hace que las sequías sean cada vez más agudas y prolongadas; y el otro es que el aumento de la temperatura promedio año tras año lleva a la vegetación a un estrés hídrico que la hace imposible de soportar cualquier fuego”.
“Entonces el principal motivo es el cambio climático y la sequía que montan un escenario sobre el cual cuando aparece el fuego que puede ser accidental o intencional, pero siempre iniciado por la mano del hombre, resulta muy difícil de detener”, cerró el funcionario.