Por Dr. Daniel Cassola
El Gobierno del presidente Mauricio Macri está pensando desde sus comienzos, ya hace más de cien días, en una reforma integral del sistema previsional. Se buscaría una mayor homogeneización del sistema, que durante los doce años de kirchnerismo se fue conformando a partir de sucesivas reformas.
El primer objetivo es reducir prácticamente al mínimo la litigiosidad, los famosos reajustes que fueron reconocidos por la Corte Suprema de Justicia pero que hoy requieren de un proceso de alrededor de diez años en la Justicia para que los jubilados vean cumplido lo que debería ser automático.
El segundo punto es terminar con las moratorias. Para ello habría un ingreso mínimo a la vejez o a la tercera edad (el nombre es tentativo, no está oficializado) y luego quienes tienen aportes verían incrementado su haber a partir de esas contribuciones.
O sea, quienes no realizaron aportes o no cumplieron con los mínimos necesarios, por el motivo que fuera, tendrían una pensión universal, que a su vez serviría como piso para calcular el ingreso para quienes sí realizaron aportes.
Según comentó en una entrevista radial el ministro de Trabajo Jorge Triaca la idea es reconocer en mayor medida la contribución de aquellos que aportaron. En los últimos años se achataron las escalas por lo que quienes habían contribuido notaron que su haber se asemejaba a quienes no tenían aportes. Por otra parte, Triaca descartó la posibilidad de que vuelvan al sistema las AFJP.
Hasta aquí lo que sería el andamiaje del nuevo sistema. Un piso común, pensión universal, y escalas más notorias, privilegiando a quienes aportaron. Además, basta de juicios de reajuste masivos y moratorias.
Ahora bien, nadie todavía quiere hablar de números, que es donde reside el quid de la cuestión. Hoy la mínima roza los cinco mil pesos. La canasta básica para un jubilado es por lo menos del doble, según lo que calcula la Defensoría de la tercera edad.
¿Será una reforma para ordenar el sistema actual en el que la jubilación es, en muchos casos, sinónimo de pobreza? ¿O realmente se empezará a valorar a los adultos mayores y a dignificarlos con un haber que pueda satisfacer sus necesidades básicas?
Todavía no tenemos respuestas para estas preguntas.