Argentina se posiciona entre los países de América Latina con mayores tasas de cáncer de mama y cuello uterino, una situación que preocupa a los especialistas por su impacto sanitario y social.
Por Dr. Daniel Cassola
A pesar de los avances en la detección temprana y en los tratamientos, los estudios proyectan que para 2050 los casos de ambos tipos de cáncer aumentarán de manera significativa: más del 40% en el caso del cáncer de mama y alrededor del 30% en el de cuello uterino.
Según el informe Reducir la brecha de equidad, elaborado por The Economist Impact, la tasa de prevalencia del cáncer de mama en Argentina es de 675,9 por cada 100.000 mujeres, frente a 463,5 en el promedio regional. En el cáncer de cuello uterino, la diferencia también es considerable: 463,5 casos locales frente a 148 en América Latina. Estas cifras colocan al país en el tercer y quinto lugar, respectivamente, dentro de la región.
Aunque los diagnósticos y tratamientos han mejorado con los años, la realidad muestra profundas desigualdades. El acceso a la atención oncológica en Argentina depende en gran medida del nivel socioeconómico, la cobertura médica y la ubicación geográfica. En consecuencia, muchas mujeres con menos recursos llegan a la consulta médica en etapas avanzadas de la enfermedad, cuando las posibilidades de cura se reducen drásticamente.
El estudio remarca la necesidad de implementar políticas integrales que garanticen la equidad en el acceso a la prevención, diagnóstico y tratamiento. Para los expertos, es esencial fortalecer las campañas de concientización, asegurar la provisión de insumos médicos y mejorar la infraestructura sanitaria, especialmente en las regiones más postergadas. El objetivo es claro: que ninguna mujer quede fuera del sistema de atención por motivos económicos o geográficos.
Las causas del cáncer de mama y de cuello uterino son multifactoriales, aunque se conocen factores de riesgo bien identificados. En el caso del cáncer de mama, influyen antecedentes familiares, desequilibrios hormonales, obesidad, consumo excesivo de alcohol y la edad, ya que la mayoría de los diagnósticos se dan en mujeres mayores de 40 años. En tanto, el cáncer de cuello uterino está estrechamente vinculado con la infección persistente por el virus del papiloma humano (VPH), una de las enfermedades de transmisión sexual más frecuentes. A esto se suman otros factores de riesgo como el tabaquismo, el inicio temprano de las relaciones sexuales y un sistema inmunológico debilitado.
Ambas enfermedades pueden desarrollarse de manera silenciosa en sus primeras etapas, lo que hace indispensable la detección temprana. En el caso del cáncer de mama, la aparición de un bulto o cambios visibles en la piel o el pezón pueden ser señales de alerta. En el cáncer de cuello uterino, los síntomas suelen manifestarse más tarde e incluyen sangrados vaginales anormales, flujo con olor intenso y dolor pélvico. Detectar estas señales a tiempo puede marcar la diferencia entre un tratamiento exitoso y un desenlace fatal.
Las herramientas médicas disponibles, como la mamografía, la ecografía o el Papanicolaou, son fundamentales para la detección temprana. En particular, el test de ADN del VPH permite identificar la presencia del virus antes de que cause lesiones. La prevención también cumple un rol decisivo. En el caso del cáncer de mama, adoptar hábitos saludables —mantener un peso adecuado, realizar actividad física, moderar el consumo de alcohol y evitar el uso innecesario de terapias hormonales— reduce el riesgo de desarrollar la enfermedad.
En cuanto al cáncer de cuello uterino, la vacuna contra el VPH se posiciona como la medida más efectiva de prevención. En Argentina, la inmunización es gratuita y obligatoria para niñas y niños a partir de los 11 años. Sin embargo, la cobertura ha disminuido de manera preocupante: entre 2022 y 2023, la vacunación entre las niñas cayó del 54% al 36%.
Como señalan los expertos, “la mejor herramienta que tenemos contra el cáncer sigue siendo el control a tiempo”. Cada chequeo de rutina representa una oportunidad para ganar tiempo, preservar la salud y, en última instancia, salvar vidas.









