Lo reveló un estudio de la Encuesta de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA). Solo el 5 % de los niños, niñas y adolescentes consumen de manera simultánea alimentos recomendados por las Guías Alimentarias (GAPA) en cantidad frecuente (aceptable o adecuada).
Por Dr. Daniel Cassola
Todos estos datos corresponden al análisis de la alimentación de esta franja de la población realizado por la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) 2021, un trabajo conjunto entre el Observatorio de la Deuda Social (ODSA) de la UCA y el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA), en el marco del Proyecto PISAC-COVID-19 de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.
Este estudio halló que el 38% de los niños y adolescentes consume legumbres, cereales integrales, verduras y frutas en forma regular o inadecuada. El resto (57%) tiene una alimentación de calidad media, en la que alguno o varios de los grupos de alimentos protectores o saludables se consumen en cantidades inferiores a las recomendadas. Cuando alguno de esos grupos de alimentos (verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, lácteos, carnes) registra bajas frecuencias de consumo la alimentación pierde calidad, variedad o ambas cosas a la vez.
El estudio indagó la frecuencia y ocasiones de consumo de alimentos recomendados (los mencionados arriba) y no recomendados (gaseosas, galletitas dulces y pastelería y golosinas) y comparó las respuestas con las recomendaciones de las GAPA y las emergentes de una reciente revisión de CEPEA que condujo al diseño de canastas sustentables.
Las brechas más amplias ocurren en el consumo de legumbres (y cereales integrales), verduras y frutas: en todos esos grupos más del 70% de los niños y adolescentes presentan frecuencias de consumo genéricamente bajas. En el extremo opuesto, el patrón de consumo de carnes refleja mejores resultados: aún en los hogares de nivel socioeconómico muy bajos es mayor la proporción de quienes se acercan a las recomendaciones y aún en algunos casos tienen un patrón de consumo alto (en el promedio, un 13% de los jóvenes).
La calidad de la alimentación empeora a medida que disminuye el nivel socioeconómico de los hogares. El consumo de lácteos mostró un patrón aceptable, en particular en el análisis de la calidad de los desayunos: el 90 % los incluye, de alguna forma (solo, en infusiones o como yogur). Un tercio del aporte de lácteos proviene de leche en infusiones (no se registraron cantidades de cada componente) y a la vez casi la totalidad (98%) de los desayunos que combinan lácteos con algún otro grupo de alimentos tienen a los panificados o cereales como principal acompañante.
El estudio también analizó el patrón de consumo de algunos alimentos característicos entre los no recomendados y halló que el 27% y 15% tienen un patrón de consumo frecuente de gaseosas y pastelería, dos categorías trazadoras de exceso de azúcar en la dieta infantil, en ambos casos con tendencia a empeorar a medida que mejora el nivel socioeconómico de los hogares.
Finalmente, también se analizó el patrón combinado de consumo de ambos tipos de alimentos (recomendados y no recomendados), a través de un puntaje de calidad que suma cuando el patrón de consumo de los primeros es frecuente y resta cuando sucede lo propio con los segundos. Según este criterio, el 64% de los niños y adolescentes argentinos tiene un patrón de calidad bajo y la mayor contribución está representada por los consumos poco frecuentes de alimentos protectores.