Se duplican las muertes por calor extremo en América Latina en los últimos 20 años

Según el último informe de The Lancet Countdown Latin America, las muertes vinculadas al calor extremo se duplicaron en los últimos veinte años, impulsadas por una combinación de factores climáticos, urbanos y sociales que agravan la vulnerabilidad de millones de personas.

Por Dr. Daniel Cassola

Durante las dos últimas décadas, la temperatura promedio del continente subió un grado centígrado respecto al período 2001–2010. Aunque pueda parecer un cambio menor, sus efectos son devastadores: más olas de calor, menos lluvias, incendios más intensos y una presión creciente sobre la salud y la economía. En Bolivia el incremento llegó a 2 °C, mientras que en la Argentina fue de 0,5 °C, suficiente para alterar por completo el equilibrio climático local.

Las grandes ciudades concentran el problema. En Buenos Aires, Córdoba o Mendoza, los materiales de construcción y la falta de espacios verdes generan “islas de calor” donde la temperatura puede sentirse hasta tres grados más alta que el promedio. Esa diferencia agrava los cuadros de deshidratación, enfermedades cardiovasculares y problemas respiratorios, sobre todo entre los adultos mayores y los niños pequeños.

La exposición a temperaturas extremas golpea con más fuerza a quienes tienen menos recursos. Los barrios sin refrigeración, con viviendas precarias o servicios eléctricos inestables soportan condiciones mucho más severas. A la vulnerabilidad social se suma el costo económico: entre 2015 y 2024, las muertes y la pérdida de productividad asociadas al calor generaron pérdidas millonarias en la región.

En América Latina, la exposición prolongada al calor no solo provoca agotamiento o deshidratación. También causa daños en órganos vitales como el cerebro, el corazón y los riñones. El impacto sobre la salud mental y la calidad de vida es cada vez más evidente, con comunidades enteras sometidas a estrés térmico constante.

La Argentina no figura entre los países con los mayores aumentos de temperatura, pero sufre las consecuencias de manera directa. El país fue pionero en implementar un sistema de alerta temprana por calor y protocolos de emergencia, sin embargo, los especialistas advierten que las políticas actuales no alcanzan para enfrentar la magnitud del fenómeno.

Entre 2015 y 2024, el país perdió más de 2.180 millones de dólares por muertes relacionadas con el calor. La mortalidad entre los mayores de 65 años creció un 446% respecto del período 1981–2000, y en los bebés menores de un año el aumento fue del 211%. El envejecimiento poblacional amplifica el riesgo: más personas viven más tiempo, pero también enfrentan olas de calor cada vez más intensas.

El calentamiento también alimenta un escenario propicio para los incendios forestales. En la Argentina, el 95% de los incendios tiene origen humano, pero la sequía prolongada y las altas temperaturas convierten cualquier chispa en una catástrofe. Provincias como Salta, Formosa, Santa Cruz y Chaco son las más afectadas por la falta de lluvias y el deterioro del suelo.

En la Patagonia, comunidades como las de Bariloche y El Bolsón viven en estado de vigilancia permanente. Las temporadas de fuego se extendieron, los vecinos se capacitan y las autoridades refuerzan los operativos de prevención. Pero la presión psicológica y el desgaste físico son enormes, especialmente para los brigadistas que trabajan sin descanso durante meses.

El informe de The Lancet concluye que la región se encuentra en un punto crítico: si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en aumento, las olas de calor serán más largas, más frecuentes y más letales.

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