Por Dr. Daniel Cassola
Los casos de femicidios se multiplican de manera escalofriante. Venimos de dos semanas trágicas. Primero se produjo, hace ya siete días, la “masacre de Hurlingham”, en la que Diego Loscalzo asesinó a su pareja, su cuñado, su cuñada, su suegra, su concuñado y también disparó contra su concuñada embarazada de nueve meses, quien perdió el embarazo.
Luego este fin de semana durante la madrugada del sábado cuatro adolescentes fueron baleadas en Florencio Varela. Dos de ellas murieron. Esta sucesión de episodios quizás lleve a engrosar la cifra de femicidios, que según la Casa del Encuentro, es de uno cada treinta horas.
Pero también se comenzó a tipificar a los casos “colaterales”, como varios de los que describimos. Se los llama femicidios vinculados. «Decimos femicidio vinculado cuando el femicida, además de asesinar a su víctima directa, ataca a parte de su entorno afectivo o a quienes hayan quedado en la línea de fuego, o cuando ese agresor, para causarle un daño irreparable a su víctima directa, asesina a algún ser querido, como ha ocurrido con hijos e hijas», define Ada Rico, que preside La Casa del Encuentro.
Cuando algo se repite no se puede hablar de casualidad. Si vemos que en múltiples casos la operatoria es similar se debe ampliar el concepto de violencia de género. Está claro, a esta altura, que los femicidas pueden atentar contra la vida de familiares, amigas, vecinos o quien se cruce en su camino durante ese momento.
Cuanto más sabemos sobre los femicidios, más en claro queda que hay que multiplicar las medidas para reforzar la seguridad de la mujer que denuncia violencia. Y también la de su entorno. La visibilización de los casos y su tipificación (llamar femicidio a lo que antes se denominaba homicidio) es un avance, pero se deben avanzar en medidas más concretas.
Otra cuestión a analizar es el uso de los términos relacionados con la locura. Lo que vulgarmente se llama así son una serie de enfermedades y padecimientos que conforman el espectro de la salud mental. Por más que algún familiar, como en el caso de Loscalzo, declare que al asesino “le agarró la loca”, aquí no estamos, en primera instancia, ante cuadros clínicos psiquiátricos sino ante criminales, femicidas.
No se puede responsabilizar a la locura, como si fuera un ente externo a la persona, por sus actos. Quizás sea que paulatinamente muchos hombres han ido desarrollando un odio por las mujeres. Mientras se buscan las raíces complejas del problema, lo urgente es hacer todo lo posible para prevenir futuros femicidios.