La ciencia no puede solo perseguir el lucro sino que debe orientarse al bien común


Por Dr. Daniel Cassola

El diario estadounidense The Washington Post reveló hoy que la compañía Pfizer ocultó información sobre un potencial tratamiento contra el Alzheimer porque no lo consideraba viable económicamente.

Uno de los equipos de investigadores de la compañía estaba diseñando medicamentos anti inflamatorios para tratar la artritis reumatoidea cuando se encontró con que el mismo producto, con más desarrollo, podría utilizarse para reducir el riesgo de padecer Alzheimer.

Sin embargo ese desarrollo requería de una inversión posterior en análisis clínicos que se calcula en 80 millones de dólares, lo que Pfizer en ese momento consideró inviable. Hasta aquí podríamos acordar que la compañía, como cualquier empresa privada, tiene derecho de no invertir en lo que no considera viable.

El problema es que la decisión fue ocultar la información. Según un documento interno del laboratorio que se reveló hoy el Enbrel, el producto en cuestión, “podría potencialmente prevenir, tratar y ralentizar la progresión del Alzheimer”.

La postura del laboratorio, luego de que se revelara la información o, mejor dicho, su ocultamiento, fue sostener que las probabilidades de que el medicamento funcionase contra el Alzheimer eran bajas y su divulgación podría haber conducido a estudios fallidos. O sea, alegaron cuestiones científicas y no económicas.

A diferencia de lo que sucedió con el Viagra, que fue concebida para tratar la hipertensión y terminó como tratamiento para la disfunción eréctil, generando multimillonarias ganancias para Pfizer, Enbrel no está protegido en la actualidad con una patente exclusiva, como sí lo estaba en su momento la Viagra, lo que disminuye los incentivos financieros para futuras investigaciones.

Hasta la fecha, no se logró desarrollar ningún fármaco que prevenga o trate eficazmente el Alzheimer, que se caracteriza por la pérdida de memoria y otras capacidades mentales y que afecta, al menos, a medio millón de pacientes nuevos al año. Es por ello que la decisión de no compartir los hallazgos obtenidos fue muy criticada dentro de la comunidad científica.

«Haber adquirido el conocimiento, negarse a divulgarlo a quienes podrían actuar sobre él esconde un beneficio potencial y, por lo tanto, perjudica a quienes corren el riesgo de desarrollar Alzheimer al impedir la investigación», dijo Bobbie Farsides, profesora de ética clínica y biomédica en Brighton y Sussex Medical School en Londres.

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