Por Dr. Daniel Cassola
Como todos sabemos la esperanza de vida se ha prolongado, y ya no es tan raro encontrarnos con personas centenarias en las familias. Tal avance de la ciencia médica, que permite la prolongación de la vida, trae aparejado una serie de transformaciones en la sociedad. Una de ellas es la emergencia de nuevos grupos sociales.
Por ejemplo, hay una vasta franja de la población que se ubica entre los 60 y 80 años a la que costaría caracterizar como ancianos. Muchos de ellos se encuentran en un estado de salud excelente, tanto en lo físico como en lo mental. Han postergado la jubilación para continuar dedicándose al oficio por el que tienen vocación.
Además se encuentran en buen estado físico porque realizan actividad física periódicamente e incluso mediante la prescripción de sidelnafil, cuya variante más popular es el viagra, se ha logrado extender la vida sexual. Debido a todos estos motivos, si hoy este grupo es la tercera edad, necesariamente tiene que haber una cuarta edad. Una encuesta reciente realizada en Estados Unidos entre personas de entre 60 y 74 años arrojó algunos resultados interesantes.
Al preguntar cuándo comienza la vejez, una amplia mayoría del 79 por ciento de los encuestados sostuvo que este período de la vida se inicia luego de los 85 años. O sea que estamos frente a un grupo de gente que probablemente ya sean abuelos, pero que no viven ni se piensan a sí mismos como tales. O por lo menos que son muy diferentes a quienes fueron nuestros abuelos en el siglo pasado.
Hasta aquí todo parece funcionar maravillosamente. Pero la realidad, al menos en nuestro país, indica que para poder vivir plenamente estas etapas de la vida se necesita una holgura material que no todos consiguen. Sin oportunidades de trabajo para mayores de 60 años y sin inclusión social en todo sentido para este grupo no es posible que se prolongue la actividad vital de una persona.
Dicho de otra manera, si a los 60 años jubilamos a una persona y le damos el ingreso mínimo para que subsista la estamos haciendo envejecer de facto.
No solo se necesitan ingresos decentes, sino también respeto e inclusión para que el desarrollo de la vida en la tercera edad se parezca cada vez más a una segunda juventud.
Si algún día lo logramos seguramente empecemos a hablar de una quinta edad. Hoy la cuarta edad ya es una realidad.