En los últimos 20 años la participación de las mujeres ha aumentado gradualmente en las dramáticas estadísticas de enfermedad coronaria, revolucionando el conocimiento en cardiología.
Por Dr. Daniel Cassola
En términos generales, se descubrió que el infarto está lejos de ser una enfermedad masculina y que se manifiesta de manera diferente en el cuerpo femenino, desde los síntomas hasta la gravedad, pasando por los impactos de los factores de riesgo. Aun así, los profesionales de la salud dicen que el problema todavía es subestimado por muchos, incluidas las propias mujeres.
En los hombres, el infarto se produce principalmente por la rotura de una placa grasa que conduce a una obstrucción brusca del flujo sanguíneo en el vaso coronario. Pero en las mujeres, además de la obstrucción, otras enfermedades pueden afectar el flujo de sangre al corazón.
Por ejemplo, enfermedades de pequeños vasos, inflamación y disección (una especie de desgarro) de las arterias coronarias. Es como si el corazón femenino fuera el blanco de varios ataques. Esta es una característica genética, ya que la mujer tiene cromosomas específicos que facilitan este ataque.
Hoy en día la incidencia es prácticamente la misma en hombres y mujeres. Hace 50 años, de cada diez muertes por infarto, nueve eran hombres y una mujer. Hoy la proporción es de seis hombres y cuatro mujeres. Uno de los mayores impulsores del cambio es el estilo de vida.
Esto no solo se debe a que, mayormente, hoy en día las mujeres se han integrado al mercado laboral sino también a que han adoptado hábitos que son malos para el corazón. Cigarrillos, presión arterial alta, diabetes, insomnio, sedentarismo y obesidad están entre ellos. Por este motivo, hoy las mujeres tienen tres veces más riesgo de morir de corazón que de cáncer de mama, el tumor femenino más prevalente entre ellas, después del tumor de piel.
A su vez, entre los hombres, un ataque al corazón es más común entre los 50 y los 60 años. En las mujeres, suele presentarse entre los 60 y 70 años. Antes de eso tienen la protección de las hormonas femeninas. Los estrógenos, por ejemplo, tienen una función vasodilatadora, previenen la acumulación de LDL, el colesterol malo, y facilitan la acción de HDL, el colesterol bueno. Pero en la menopausia, el cuerpo sufre cambios que aumentan el riesgo de infarto que van más allá de la caída hormonal: acumulación de grasa abdominal, aumento de la resistencia a la insulina y una mayor predisposición a la coagulación de la sangre, están entre ellos. Estos factores aumentan la probabilidad de que una mujer muera de un infarto en un 50%, en comparación con los hombres.
Las mujeres también tardan en buscar ayuda médica porque simplemente subestiman el dolor y no creen que puedan tener un ataque al corazón. Es más fácil y frecuente pensar que puede ser ansiedad, cansancio o síndrome premenstrual. Un estudio reciente del Colegio Americano de Cardiología demostró que tardan 12 horas, en promedio, en buscar un servicio de salud o un profesional, desde los primeros signos de dolor, más del doble que los hombres.
Cuánto más tarde sea la atención, mayor será el riesgo de que el problema empeore. Desafortunadamente, las mujeres con un infarto tienen más posibilidades de recibir un tratamiento inadecuado o tardío en comparación con los hombres.
Por último la desigualdad entre géneros continúa perjudicando a las mujeres. Hoy hay un mayor equilibrio entre los médicos que se gradúan pero aún así los cardiólogos son en su gran mayoría hombres.
Es fundamental contar con más especialistas mujeres, ya que esto ayudaría a darle más importancia a la salud de la mujer y enseñarles a cuidar mejor la salud del corazón. Otro dato clave es el número de mujeres que participan en estudios clínicos relacionados con el corazón. La Sociedad Europea de Cardiología mostró que solo el 25% de los voluntarios son mujeres. En otras palabras, los tratamientos se prueban fundamentalmente en el cuerpo humano de los hombres.