Dos jóvenes le salvaron la vida a un pasajero con ACV en un colectivo

El hombre iba en el 76, cuando se desvaneció. Los chicos estaban en el asiento de atrás y reaccionaron a tiempo.

Los ojos de Sergio Murguia (57) lo dicen todo. Hablan de fragilidad, angustia, emoción y del más puro agradecimiento. En este primer encuentro después de la tragedia con final feliz que le tocó vivir, su mirada persigue la de los dos jóvenes que hace una semana pusieron todo para salvarle la vida y que ahora tiene sentados en el living de su casa de Martínez. “Perdón si voy lento, sigo en shock”, dice y extiende los brazos a “sus superhéroes”, como ahora llama a Ivanna Zuviría (21) y Pedro Ovejero (26). Luego, lanza un quebradizo “gracias” y llora. A los chicos se les llenan los ojos de lágrimas. Pero se la aguantan, sonríen y le dicen que están felices de haber podido ayudar.

Entre los tres intentan reconstruir lo que pasó esa mañana arriba del colectivo 76, en Luis Viale y Warnes, Villa Crespo. Ivanna y Pedro son estudiantes del profesorado de Educación Física y ese día viajaban de Núñez a Villa Soldati, donde debían realizar unas prácticas para la facultad. Iban medio dormidos cuando, a eso de las 8.45, escucharon un estornudo muy fuerte. “Ahí veo cómo el hombre de adelante se empieza a caer para un costado, primero cae y se levanta y después noto que no se puede levantar más”, cuenta Ivanna a Clarín frente a Sergio, y lo interpela. “¿Te acordás del estornudo?”. “Si –responde él–, estaba resfriado, se me habían caído los pañuelitos al piso y me agaché para levantarlos. Pero me empecé a golpear la cabeza. No entendía bien lo que me estaba pasando”, sigue Sergio, que es papá de cinco hijos, abuelo de una beba y ese viernes se dirigía a trabajar a Paternal, donde se desempeña como empleado administrativo.

Ivanna se levantó, lo miró y arriesgó: “Creo que está teniendo un ACV”. A pedido de ella, el chofer paró el colectivo y empezó a llamar a emergencias. Junto a Pedro, lograron acostar a Sergio en el piso, con dos mochilas de almohadas. Le aflojaron los cordones, le abrieron la campera e intentaron tranquilizarlo. “Yo le hice caricias en la espalda. Le dije que todo iba a estar bien, que ya llegaba la ambulancia”, relata Ivanna que explica que, hace poco, tuvo una materia en la universidad en la que le enseñaron a actuar frente a urgencias. “No sé cómo hice, pero me acordé de casi todos los pasos”, afirma orgullosa y suma que llamó al SAME en dos oportunidades y que, en la última, pidió que la guiaran para asistir a Sergio, pero que no supieron indicarle qué hacer.

“En un momento el colectivero dijo: ´chicos, llegó la ambulancia´. Nosotros miramos y nos dimos cuenta que no era la del SAME sino una privada que justo pasaba por esa calle. Yo dije: ´ya fue, la corro´. Me bajé del 76 y la seguí hasta la esquina donde frenó porque, gracias de Dios, el semáforo se puso en rojo”, describe la joven. “Le toqué el vidrio a la médica que iba arriba. Le expliqué lo que pasaba, se acercó a atenderlo y accedió a trasladarlo hasta el hospital”, agrega Ivanna.

La buena acción de los estudiantes –que tienen vocación de servicio, ya que él es guardavidas y ella sale a misionar– no terminó ahí. Los chicos se subieron a la ambulancia y lo acompañaron hasta el Durand, al que llegaron “en tres minutos”, según Pedro que, en el camino, le avisó a Vanesa, la mujer de Sergio. “Nos fuimos recién después de verla y explicarle todo. Por suerte, intercambiamos contactos y ella nos fue contando cómo evolucionaba”, sostiene Pedro.

Sergio fue derivado con su prepaga a la Clínica La Sagrada Familia, de Belgrano, donde lo operaron para removerle el coágulo que le había provocado el accidente cerebrovascular isquémico. La intervención salió perfecto y, si bien debe realizar rehabilitación, el martes recibió el alta y ya le confirmaron que no le quedarán secuelas. “Todos los médicos me dijeron que llegar rápido al hospital fue clave, que esos chicos me salvaron la vida. Yo voy a estar eternamente agradecido con ellos. Son mis héroes urbanos”, finaliza Sergio, que ya prometió un asado para agasajarlos.

Fuente: Clarín

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