El objetivo del tratamiento de esta enfermedad es que la persona se sienta bien, sin síntomas, sin limitaciones en sus actividades diarias, y que logre la misma calidad de vida que alguien sin asma. Sin embargo, un grupo significativo de pacientes no alcanza el mejor control posible de su enfermedad.
Por Dr. Daniel Cassola
Desde ayer y hasta el domingo 8 de mayo, tiene lugar la “Semana Mundial del Asma”, una oportunidad que toma en nuestro país la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) para concientizar sobre esta enfermedad. En el mundo, casi 340 millones de personas viven con asma, la enfermedad respiratoria no transmisible más frecuente en niños y adultos. Debido a que compromete principalmente a la población más activa de la sociedad, se estima que genera ausentismo escolar en aproximadamente el 60% de niños asmáticos y una pérdida de productividad laboral promedio del 35%.
Si bien esto ha mejorado en las últimas dos décadas, aún hay mucho por hacer. Desde la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) estiman que 1 de cada 3 pacientes todavía no logra controlar adecuadamente su asma, porque sigue con síntomas o experimenta crisis. “Ésta es una enfermedad crónica que provoca inflamación y estrechamiento de las vías que conducen el aire a los pulmones (los bronquios). Los síntomas más habituales son falta de aire, sensación de pecho cerrado, tos y silbidos; pueden manifestarse varias veces al día o a la semana, y en algunos casos empeoran durante la actividad física o por la noche”, explicó Walter Mattarucco, médico neumonólogo, coordinador de la Sección Inmunología y Enfermedades Obstructivas de la AAMR.
La causa del asma no es conocida pero los mecanismos de esta inflamación están bastante claros. Gracias a múltiples estudios de grandes poblaciones, hoy se sabe que, además de la predisposición genética, muchos factores en la vida cotidiana y, sobre todo, en la infancia generan una mayor propensión y contribuyen a la falta de control. Especialmente en los primeros tres años de vida, la exposición hogareña a alérgenos, humos (de cigarrillo o de leña), la contaminación ambiental y las infecciones virales pueden colaborar en el posterior desarrollo de asma. Muchos de ellos son evitables y, en general, afectan en mayor medida a poblaciones con bajos recursos socioeconómicos.
Otro hallazgo importante es que muchos jóvenes que tuvieron asma a edades tempranas pueden llegar a la edad adulta con disminución de su capacidad respiratoria, aun sin notarlo. Como última observación, según agregó Mattarucco, “todos los pacientes con asma requieren un tratamiento adecuado con el fin de tener la mejor calidad de vida posible, buen rendimiento laboral o escolar y evitar las consultas recurrentes a guardias o internaciones por su enfermedad”.
“Justamente, nuestro objetivo en el consultorio cuando recibimos a una persona que vive con asma es lograr que se sienta bien, que no tenga síntomas, que acceda a la misma calidad de vida de otra que no vive con asma y desarrolle las actividades de la vida diaria sin limitaciones”, remarcaron desde la AAMR.