Según sostiene el defensor de la Tercera Edad Eugenio Semino, los bonos que se aplican constantemente para paliar el efecto de la inflación funciona de la misma manera que un salario que se paga en negro.
Por Dr. Daniel Cassola
Ayer la Anses anunció un aumento de 21 % para las jubilaciones, llevando el haber mínimo de $58.665,43 a $70.985, y el máximo de $394.762,81 a $477.663. Además, se anunció un nuevo bono que se cobrará junto con los haberes de junio, julio y agosto, que será de $15.000, $16.000 y $17.000 en cada mes, respectivamente, para la jubilación mínima.
Según indica Semino, “el bono es una herramienta extraordinaria y excepcional que se convirtió en cotidiana y permanente”. “Esa normalización es el síntoma de la continuidad de la crisis económica que nos está carcomiendo de manera ininterrumpida desde hace años”, agrega el ombudsman.
Los bonos no son remunerativos, por lo que no se incorporan a la jubilación que se cobra todos los meses. No forman parte de ningún aumento formal y son discrecionales, es decir que dependen totalmente de la voluntad del poder ejecutivo. “El día de mañana, este u otro gobierno podría decidir interrumpir los bonos sin necesidad de dar mayores explicaciones”, comenta Semino.
De este modo, considera este especialist, una parte de las jubilaciones pasó a pagarse en negro, quedando por fuera de todo cálculo y regulación, y sin que exista ya ninguna relación entre lo cobrado y lo aportado durante la vida laboral activa.
De esta manera, Semino considera que el sistema previsional se termina convirtiendo en “una especie de programa de subsidio a la vejez” sobre el cual ya no es posible discutir de manera razonable. “Es tan drástica la diferencia entre lo que se paga y lo que se necesita para sobrevivir que no tiene sentido discutir ningún porcentaje. Y encima una parte de esa miseria es en negro”, afirma el defensor de la Tercera Edad.
“Es posible que en el futuro el bono vaya creciendo en la medida en que la jubilación vaya decreciendo. Es decir que se vaya haciendo cada vez más grande el porcentaje de la jubilación que pase a negro. De este modo será aun más fácil seguir recortando hasta que no quede nada”, agrega.
Por último, Semino sostiene que “una parte importante de la crisis en la que vivimos viene del hecho de aceptar este tipo de cosas”. “La sociedad tiene que exigir el fin de estas medidas, no ya en nombre de la justicia o la solidaridad con los jubilados, sino en nombre de su propia supervivencia”, concluye.